Sin efugios ni evasivas

Y se apareció ante su ventana, tan fuerte, tan frágil,
lo vio acercarse, impotente, sumiso,
inquieto, el corazón revolvió
y por instinto se perdió.


Se perdió en un mundo de dos,
paralelo a las almas que día a día
le recuerdan la lejanía de su felicidad;
una felicidad que no persigue,
que no busca... que no encuentra.


Saboreó, acarició y lamió esa volátil sensación
que te desfallece, te seduce hasta al cansancio
y te vuelve dócil, endeble... ansioso.


Se siente perdido -está perdido- pero espera 
-qué espera- no lo sabe aún -algo impensado quizá-
un cambio de decisiones tal vez, una regresión,
un paso no dado, un abrazo reservado,
una sonrisa desdibujada, un beso hurtado.


Y es que el problema es lo que espera...


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