Porque hay situaciones que le rompen la madre a cualquiera, incluso a alguien como yo. Porque a veces lo único que quieres es un abrazo largo y silencioso. Y es en momentos como este donde ocurren situaciones como esta, en los que no importa un comino el responsable de tu estado actual.
Lo que quieres es cerrar los ojos y descansar de tanta mierda, de tanta gente hipócrita, insensible y estúpida. Quieres perderte en lo profundo de tu respiración, en el eco de los latidos de tu corazón; deseas con ansias no ser, pero sobre todo... no estar.
Porque llega el momento en el que dudas de todo y de las acciones de todos. No crees en nadie ni en ti. Y entonces recuerdas que el único ser que quieres tener a tu lado se ha ido para siempre, recuerdas la madrugada que se fue, recuerdas su rostro y esa mirada cansada.
Y también recuerdas que la noche anterior a su partida te reprochaste no haberte tomado el tiempo para acompañarla, para escaparte de las labores escolares, cancelar citas y dedicarle un fin de semana, jugar y acariciarla una vez más. Era tu perra, tu mejor amiga, la que cuidaste y te acompañó en todo momento desde que era una cachorra... En un par de meses cumpliría 11 años, pero ya no.
Porque en noches como estas, donde ocurren situaciones que le romperían la madre a cualquiera, vas contando con los dedos de una mano los amigos que te quedan, los amores que perdiste, las distancias interpuestas, las oportunidades que jamás tomaste.
Y es en noches como esta en las que dices: ¡Al diablo con todo! mientras cierras un puño para no ver tu mano vacía.
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